sábado, 10 de agosto de 2013

Ya nada es como antes. El cambio es contante.

Cayendo en un abismo, de nuevo, quiero desaparecer. ¿Y quién no?
Habiendo rozado la muerte, acompañada de vacío, parece que no me importa volver a aquella situación. Nada que perder. Nada que me sostenga. Nada que me mantenga.
 Hace que tiemblen mis manos el recuerdo del ayer, al cual me acostumbré. No hay iniciativa. No hay motivo. No hay vida.
¿Cómo sería vivir sin oscuridad?
Igual de necesaria como la luz debe de ser, pero en su justa medida. El desbordamiento es mi pena. Y aunque no siempre se manifiesta permanece su existencia.
Ya caí y permanecí en aquella celda bastante tiempo hasta empezar a dudar de la realidad. Surgió el cambio. Surgió la luz que dejé penetrar entre los barrotes. Pero. Siempre hay un pero.
Ya no puedo sostenerme sola.
¿Cómo hemos llegado hasta aquí, otra vez?
Quizá aún hay esperanza. A pesar de que no siempre se manifieste, como la oscuridad, también es existente.
Altibajos infinitos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario